domingo, 18 de octubre de 2015

Alfonso Castillo: de la resistencia al renacer de la esperanza

Alfonso Castillo: de la resistencia al renacer de la esperanza
Por: Camilo Cifuentes GarcíaDomingo, 18 Octubre 2015 02:40
Estrés, sí estrés, y probablemente la única vez que lo ha tenido; ese fue el diagnóstico que recibió Alfonso en la primera semana de diciembre del año 2000, cuando ya estaba en Bogotá, tras un continuo dolor en todo el cuerpo que lo obligó a ir al hospital. En la Tercera Brigada del Ejército Nacional existía un plan para asesinar a algunos defensores de los derechos humanos, es decir a líderes sindicales y en general a dirigentes sociales de Cali. La lista de exterminio era encabezada, entre otros, por Luis Alfonso Castillo Garzón, y trascendía los típicos panfletos; era realmente una sentencia de muerte. Tanto así que se tenía la certeza de que el encargado de dicha misión había sido enviado a un curso de polígono para mejorar su puntería y poder dar un golpe certero.

La noticia se supo el 28 de noviembre del mismo año. La vida de Alfonso estaba en alto riesgo, y el Partido Comunista Colombiano, en asociación con el programa de protección a sobrevivientes de la Unión Patriótica decidieron enviarlo inmediatamente a la capital. Solo tuvo unos cuantos días para alistar maletas, despedirse de su familia y dejarlo todo atrás para empezar una nueva etapa en Bogotá. Cualquiera creería que esa era la causa de su estrés, sería lo más lógico, pero no. Lo que estaba enfermando al aguerrido comunista era el reposo. En época decembrina hasta la militancia se toma un descanso y no eran muchas las tareas que tenía por cumplir.


Alfonso vivió su primera infancia en el Doce de Octubre, un barrio popular de Cali que para ese entonces era simplemente una invasión, en la que tanto la delincuencia como el consumo y expendio de drogas eran las dinámicas de cada esquina. Al quedar huérfano de padre se trasladó junto a su madre y su hermana Rosario al barrio Siloé, donde estaba la casa de su abuela, una viejita que complacía todos sus caprichos, y con quien compartían habitación, ya que las demás las tenía en arriendo. La situación se volvió muy compleja después de la pérdida de su padre y tuvo que vivir allí hasta que las cosas mejoraron. Su madre consiguió un trabajo estable y pudo llevarlos a vivir a una humilde casa en el barrio Jorge Eliécer Gaitán. Alfonso tuvo que asumir el papel de “hombre de la casa” y mientras su madre se mataba en la empresa, él tenía que cuidar a su hermanita.


Estudió el bachillerato en el colegio INEM de Cali, donde había un especial interés por la lucha estudiantil, la cual le empezó a llamar la atención por lo menos desde la posición de espectador. Se sentaba junto a sus amigos a observar las constantes batallas campales, a los policías lanzando gases lacrimógenos, que eran esquivados con particular agilidad por los estudiantes, y a los últimos respondiendo a su vez con piedras. Tal vez nunca se sumó a una pedrea, pero sí le fascinaba ver a la multitud que cargaba con orgullo sus pancartas y gritaba desde el corazón rebelde las más diversas consignas.


En grado décimo se empoderaría de las luchas juveniles. Ese año fue alumno de Efraín Aragón, miembro del Partido Comunista y experto en ciencias sociales, quien lograría mostrarle la historia de Colombia e incentivar en él un interés social. Alfonso era un sujeto crítico, capaz de hacerse preguntas sobre la realidad en la que vivía, que estaba llena de desigualdad y de múltiples problemáticas sociales. Más que un buen profesor, Efraín había logrado hacerle el llamado a hacerse partícipe de las luchas y reivindicaciones sociales.


Alfonso ingresó al Colectivo Juventud Unidad, el cual luchaba en contra del uso que le estaba dando la Junta de Acción Comunal a las zonas verdes del barrio, debido a que las estaban convirtiendo en un negocio de parqueaderos. El colectivo contaba con un periódico comunal y escuelas de danza, deportes y teatro. La intención era integrar a los jóvenes de los barrios populares a proyectos formativos para evitar que cayeran en redes de delincuencia. Además, hizo parte del Grupo Dragón, que no era más que un “parche” de amigos que compartían la pasión por el patinaje que empezaba a reconocerse por aquellos años en el país. Por supuesto la situación económica de los casi sesenta jóvenes que conformaban el grupo no era la mejor, así que con sus propias manos y los materiales del colegio decidieron elaborar los patines del equipo en los talleres del INEM. Esta era la época de John Travolta y la moda por su canción Brillantina, así que ayudados de los patines y ese gusto musical, se dedicaban a enamorar a las chicas del sector.


Con Efraín, su sentido social se había despertado, pero en diciembre de 1982, especialmente en su fiesta de grado, su vida cambiaría para siempre. Su madre junto a los “pelaos” del grupo juvenil le organizaron una fiesta para celebrar su éxito. Al compás de la música y en medio del baile, dos de sus compañeros le ofrecieron ser parte de la Juventud Comunista (JUCO). Sin dudarlo ni un instante aceptó tal ofrecimiento. Curiosamente, su militancia comunista tuvo que empezar en paralelo a la prestación del servicio militar obligatorio, con tan buena suerte que a los tres meses fue trasladado nuevamente a Cali. Allí aprovechaba su tiempo libre para hacer trabajo social en el barrio por medio del Club Juventud Unida, que era liderado por la JUCO; además de participar de diversas protestas, especialmente en contra de los Estados Unidos y su intervención en El Salvador y Nicaragua.


Su primer año de militancia coincidió con un acontecimiento trascendental en la historia del Partido Comunista Colombiano (PCC), pues se dio una división que fracturaría toda la estructura del partido en la región. Al terminar su servicio militar tuvo que asumir una responsabilidad de reconstrucción al interior de la JUCO y el partido; las cosas no quedarían ahí, para el año de 1983 tendría que ser testigo de una nueva y fatal división. El nacimiento del grupo de extrema izquierda, o más bien de extrema derecha, Ricardo Franco, que impulsado por la CIA, tendría la función de desaparecer al PCC. Tal golpe haría que Castillo tomara labores de dirigencia en temas de educación y propaganda, siendo premiado por su excelente labor años después con ser enviado a estudiar a la URSS de Gorbachov durante seis meses.


Para el año de 1987, ya en Colombia nuevamente y estudiando historia en la Universidad del Valle, se daría la organización del III Festival Nacional de la Juventud. Acto de cierre que coincidiría con la fatal noticia del asesinato de Jaime Pardo Leal, militante del Partido Comunista Colombiano y candidato presidencial por la naciente Unión Patriótica (UP).


Alfonso haría parte de la fundación y construcción de la UP en el año de 1985, también de la Unión de Jóvenes Patriotas (UJP), partido que lograría crecer muy rápido gracias a su capacidad de cohesionar las más diversas tendencias políticas, lo cual se vería reflejado en inminentes victorias electorales. En el Valle, su región natal, tal auge no demoraría mucho en ser castigado. Pablo Caicedo y Marco Fidel Castro, dos de sus mejores amigos y compañeros en la ardua militancia, harían parte de la primera cuota de desaparecidos de un genocidio político que no tendría fin hasta comenzados los años 2000. Desapariciones que se ejecutarían nada más y nada menos que en el viaje de retorno tras el congreso constitutivo de la UP.


La Unión Patriótica nace como resultado de los diálogos en búsqueda de una salida pacífica y negociada al conflicto social y armado, entre el Estado colombiano y las FARC-EP. En 1984, el presidente Belisario Betancur y la insurgencia firmaron los acuerdos de La Uribe, Meta. Con el compromiso de una tregua de cese al fuego se acordaría que un año después deberían generarse las condiciones para que los integrantes del grupo guerrillero tuvieran la posibilidad de “organizarse política, económica y socialmente, según su libre decisión”. Después de ese compromiso surgiría la UP como el movimiento político capaz de ser plataforma para impulsar las transformaciones sociales, económicas y políticas necesarias en la consolidación de una paz duradera. A la Unión Patriótica no solo ingresarían los insurgentes que dejarían las armas, sino que sería un espacio con cabida para sindicalistas, trabajadores, estudiantes, campesinos e incluso sectores de partidos políticos tradicionales como el Conservador y el Liberal.


Además de destacarse por su gallardía como militante comunista, Alfonso Castillo ha sido un comprometido defensor de los derechos humanos y las víctimas. Después de su desplazamiento en el año 2000 se vinculó directamente a la Asociación Nacional de Ayuda Solidaria (Andas), una de las organizaciones de víctimas del conflicto más antiguas del país, desde la cual ha puesto en marcha múltiples proyectos sobre derechos humanos en todas las regiones del país, escuchando a las víctimas y conociendo sus apuestas organizativas. También participó como cofundador del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), del cual es vocero hasta el día de hoy.


En la actualidad, Colombia está viviendo un hito en su historia, la paz cada vez está más cerca tras un fructífero avance en las negociaciones de paz con las FARC-EP en La Habana y la eventual apertura de diálogos con el ELN. Se abre una nueva oportunidad para el país, y más que nunca es necesaria la fortaleza de un movimiento social capaz de hacer trascender la simple firma de unos acuerdos a una verdadera paz con justicia social. Alfonso Castillo hace parte del resurgir de la Unión Patriótica, partido y movimiento que renace de las cenizas como el ave fénix, negándose a la impunidad y al olvido. Con el compromiso de honrar el legado de sus miles de víctimas y con el deseo de una nueva Colombia, hoy integra la lista al Concejo de Bogotá de la UP, y a través de esa instancia desea poner en el debate político la lucha por los derechos humanos y las voces de las víctimas de un largo y complejo conflicto social y armado.



Camilo Cifuentes García. @C_CifuentesG

domingo, 4 de octubre de 2015

Termina la excusa del enemigo terrorista

Termina la excusa del enemigo terrorista
Manuel Humberto Restrepo Domínguez

La política ha logrado retomar su posición en el conflicto social y armado colombiano y las resistencias podrán ahora convertirse en la potencia creadora de nuevas relaciones y modos de movilización, organización y convivencia. Esta guerra termina y con ella la excusa del enemigo terrorista, con un apretón de manos a tres partes: dos adversarios y un garante. Los enemigos que levantaron sus proyectos políticos con métodos de guerra de un lado para ejercer la violencia revolucionaria en armas y de otra el aparato de estado para sostener la tiranía de doscientos años de las mismas elites en el poder, dan el esperado gesto de esperanza estrechándose las manos luego de 50 años de guerra. Lo que sigue será una confrontación de adversarios que no tienen por objeto su mutua eliminación si no la  cooperada reconstrucción social y política del país.
            El presidente Juan Manuel Santos y el máximo responsable político de las Farc Timoleon Jiménez, sorprendieron con un encuentro que se selló con un apretón de manos afianzado por el presidente de Cuba Raúl Castro y el acompañamiento de los garantes internacionales. Falta que en próximos días se integren las manos de Nicolás Rodríguez –Gabino- del ELN para completar el marco que indique el fin del conflicto armado y abra el camino sin obstáculos a las grandes movilizaciones sociales hasta ahora contenidas con la excusa de estar empujadas por el enemigo terrorista.
         Sigue en el libreto final el cerrado aplauso de mas de 200 representantes en la Asamblea de Naciones Unidas en Nueva York este próximo 25 de septiembre y la bendición del papa Francisco para que quede anunciado de todas las maneras posibles el fin del conflicto armado y contrarrestar las voces de la guerra que no cesan de tratar de imponer sus prejuicios y alientos que les impida su muerte política al quedar sin enemigo sobre quien descargar los odios usados como pilar de apoyo para mantener y acrecentar privilegios, rentabilidades, sometimientos y despojos. .
         Lo esperado en materia de justicia ha quedado claro, el Derecho Internacional protegido, los acuerdos globales del Estatuto de Roma a salvo y la Constitución blindada. La idea de impunidad fabricada por la casa de pensamiento del régimen Uribe fracasó, no habrá impunidad, ni tampoco mas paz con menos justicia. Todos los actores y agentes que han participado en esta guerra tendrán que ser juzgados por un Tribunal Imparcial y Especial de Transición a la paz, con observancia internacional. La insurgencia abandonara las armas en 60 días luego del acuerdo final para convertirse en un partido desarmado que adelante un proyecto político nacional en procura de ejercer poder y alcanzar la aplazada transformación social, política, económica, ambiental y cultural del país, que no fue posible a través del uso de las armas.
           A las fuerzas armadas, a los organismos de inteligencia y a los funcionarios de todas las instituciones y empresarios, corresponde la tarea esencial inmediata de entender que no hay enemigos de guerra a eliminar si no adversarios a confrontar y derrotar con ideas, argumentos, discursos y que las agendas de lucha social con lugar común en la resistencia y conquista de la vida con dignidad tendrán que ocupar los espacios y escenarios que el fuego de la guerra mantuvo cercados. Los adversarios son contendientes desarmados y sus métodos son de paz. La resistencia a la opresión y contra las tiranías, la protesta, la movilización y la rebelión son derechos humanos que estarán presentes en las luchas ante las desigualdades y por el reconocimiento de libertades, identidades, diferencias y modos de organización social y política.
               Al estado le queda ahora la disponibilidad de sus tropas para iniciar el doble proceso de desmonte y desarticulación de un lado de las estructuras paramilitares y del otro las expresiones de la delincuencia común para que la muerte no sea mas el camino al que ya no le caben mas cicatrices de dolor y muerte.

P.D. Lamentablemente mientras las manos que venían de la guerra indicaban el paso de enemigo a adversario y señalaban el fin del enemigo terrorista y al tiempo la Red de universitarios por la Paz leía su comunicado final del VI Congreso de universitarios por la Paz, en Ibagué, en mi Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia de Tunja, durante el día se iba completando la detención de doce estudiantes en manos de agentes del estado que ejecutaban a cuenta gotas la acción. El Lunes 21 apareció el rumor de la lista -como la de Schiller, o de las masacres del Aro y el Salado-, luego de calculadas acciones por tratar calificar como Terrorismo tanto a la legitima protesta por reivindicaciones y derechos como al Pensamiento Critico, con el claro propósito de crear enemigos terroristas  e impedir la organización, detener la movilización, obstaculizar el debate político colectivo e interponer la acción jurídica individual amparada en falsas denuncias con resultados ya evidentes de falsos positivos judiciales y de muertes de jóvenes universitarios, profesores y defensores de derechos humanos especialmente.