sábado, 16 de enero de 2016

Acuerdos de paz con las FARC y el ELN

 
 Álvaro Villarraga Sarmiento
 Fundación Cultura Democrática
 
  
 De culminar con éxito los procesos de paz actuales entre el Gobierno nacional y las guerrillas FARC y ELN y si se supera el fenómeno paramilitar, se cerraría en el país tanto el ciclo general de violencia política y guerras irregulares de siete décadas como el ciclo reciente de más de cinco décadas de confrontación entre el Estado y las guerrillas insurgentes de izquierda. Como tal el avance del proceso de paz en 2016 resulta definitivo y sus consecuencias tendrán importante significado histórico1.
De tener éxito estos dos pactos de paz con las dos insurgencias vigentes, que son los pendientes de conseguir en el marco del conflicto bélico de las últimas décadas, seguiría una fase de transición para aplicar los acuerdos de paz conseguidos, conseguir la recuperación efectiva de los derechos humanos y garantizar una serie de reformas, medidas y programas orientados a superar las problemáticas de inequidad, exclusión social, altos márgenes de pobreza y ausencia de garantías para la oposición política que han estado en la base del conflicto.
Por tanto, cobra especial importancia revisar los antecedentes, dinámicas e impactos de los conflictos armados en la sociedad colombiana y sus instituciones estatales, hecho que se alienta ahora desde las dinámicas de memoria histórica. Así mismo, tal balance histórico como permite definir con claridad las necesidades y los derroteros que deben acompañar las compromisos de los procesos de paz y las tareas en todo caso obligantes y permanentes desde el Estado y la sociedad, en pos la construcción de una paz estable y duradera.
Antecedentes de conflicto armado y de acuerdos de paz
En efecto, Colombia registra 70 años (1946-2016) de existencia ininterrumpida de expresiones de conflicto bélico y de violencia generalizada, con distintos niveles de impacto, pero de forma que se han conjugado con dinámicas y acuerdos hacia el logro de la paz. Primero fue la confrontación violenta producto de gobiernos autoritarios del Partido Conservador que tendió a generalizarse a partir de 1946, cuando tales administraciones utilizaron la Policía para promover grupos de civiles armados y atacar sistemáticamente a la población campesina liberal. La respuesta fue un alzamiento armado que se generalizó a través de guerrillas liberales y, en menor grado guerrillas comunistas e independientes, que enfrentaron a la Fuerza Pública. Hecho que se conjugó con una ola de violencia social generalizada, motivada por retaliaciones y venganzas, entre pobladores afines al conservatismo o al liberalismo.
El cierre de esta confrontación coincide con su punto de mayor intensidad en 1953. Las dirigencias de los dos partidos enfrentados aceptaron un gobierno militar del general Gustavo Rojas que haría una transición hacia la paz, parcialmente conseguida. Pero este gobierno militar derivó en una especie de dictadura, de forma que los partidos Liberal y Conservador que aún se confrontaban en varias regiones, suscribieron en 1957 un pacto de paz2, derrocaron con un paro cívico nacional al gobierno, consiguieron amplio respaldo en un plebiscito del cual surgió el régimen del Frente Nacional, el cual les otorgó de manera exclusiva el ejercicio de la política y el acceso al poder público por 16 años. Se superó así esa fase de guerra civil pero pervivieron grupos guerrilleros no amnistiados, autodefensas campesinas de orientación comunista y una ola de bandolerismo utilizada por poderes regionales que emergieron mediante el aprovechamiento de la violencia.
Sobrevino desde 1964 otra guerra irregular, ahora entre el Estado y guerrillas de izquierda, a partir del ataque militar del gobierno conservador de Guillermo León Valencia contra las autodefensas campesinas del sur del país, hecho que dio origen a las FARC. De manera secuencial, el mismo año surgió el ELN como fusión de la anterior guerrilla liberal en el Magdalena Medio con líderes estudiantiles simpatizantes de la revolución cubana y algunos religiosos de la teología de la liberación –liderados por Camilo Torres Restrepo-. En 1967 irrumpió el EPL entre Antioquia y la región Caribe, a partir de levantamientos campesinos locales de anteriores guerrilleros liberales, unidos a éste nuevo proyecto insurgente liderado por una fracción del Partido Comunista y la JUCO que optó por la vía revolucionaria.
En 1970 apareció el M19 en Bogotá, en reacción al fraude en las elecciones presidenciales de 1970 contra la ANAPO y con la vinculación de cuadros de las FARC de formación universitaria que pretendían forjar una guerrilla urbana con alto impacto propagandístico, pero que luego para persistir en medio de la represión oficial tuvo que proyectarse como guerrilla rural hacia el sur y occidente del país. Surgieron a la vez otras organizaciones milicianas campesinas regionales como el PRT en Montes de María y el MAQL, autodefensa indígena en Cauca, a mediados de los 80. Y en medio de la confrontación bélica a partir de esa década se generalizó por iniciativa oficial e impulso desde las brigadas militares la estrategia paramilitar, que se articuló al narcotráfico y adquirió a la vez matices regionales propios, en medio de la realización de masacres y múltiples ataques selectivos e indiscriminados contra las organizaciones políticas, sociales y sectores de la población que considerada afectas a las guerrillas.
Este nuevo ciclo de guerra civil registra dos momentos de cierre, el primero con un antecedente en las treguas de 1984/1987 (Gobierno Betancur con las FARC, el EPL y el M19) y con desenlace entre 1989 y 1991, en el contexto de la convocatoria y realización de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, que dio lugar a los pactos de paz definitivos con el M19, el EPL y varias milicias campesinas (PRT), urbanas de Medellín (MP) e indígenas en Cauca (MAQL). Estos sectores de la insurgencia incidieron en la expedición de la Constitución Política de 1991, la cual significó una apertura democrática, y nutrieron vertientes de la izquierda democrática y del movimiento indígena. Sus ex combatientes retornaron a la vida civil.
Producto del influjo de estos procesos de paz un sector minoritario del ELN (CRS) pactó la paz en 1994. Simultáneamente también lo hicieron las Milicias Populares de Medellín. Entre tanto, las FARC y el ELN prolongaron el alzamiento hasta la actualidad. A la vez, en los años 90 se expandió el fenómeno paramilitar bajo la sigla de las AUC, ocasionando miles de víctimas entre la población campesina señalada de tener relación con las guerrillas y de las organizaciones sociales y políticas de izquierda.
No obstante las dinámicas de confrontación armada las FARC y el ELN sostuvieron diálogos de paz con varios gobiernos, sin llegar a resultados definitivos. Situación que arrojó experiencias positivas de aproximación, agendas, soluciones humanitarias e incidencia favorable a la paz de movimientos sociales y apoyo de la comunidad internacional, pero así mismo el fracaso frente al logro de la paz despertó frustración y alentó, entre 2002 y 2010, gobiernos empeñados en el aniquilamiento de las guerrillas. Sin embargo, con realismo político el presidente Juan Manuel Santos aunque mantuvo la ofensiva militar reconoció que persistir en el intento de aniquilar militarmente las guerrillas podría demorar otras décadas el conflicto con altos costos humanitarios y de todo orden. Por su parte las FARC flexibilizaron posiciones para posibilitar el entendimiento.
En consecuencia, desde 2012 el presidente Santos inició conversaciones y acuerdos con las FARC y desde 2014 con el ELN, de manera que en la actualidad se registran avances notorios y decisivos con la primera guerrilla y aún exploratorios con la segunda. De tal manera, de conseguirse estos pactos de paz acabaría la prolongada fase de violencia política y de expresiones de guerra irregular que ha tenido permanencia en el país durante siete décadas. Pero a la vez, lo particular es también que en el marco de ello se logrará el cierre definitivo de cinco décadas de confrontación bélica entre el Estado e insurgencias guerrilleras y milicianas de izquierda. De allí el alto significa histórico de los actuales procesos de paz y de entender que la importancia y alto impacto de la paz con las FARC, por cuanto es la guerrilla de más profundas raíces históricas y de mayor volumen e impacto en el conflicto, no puede llevar a desestimar o no exigirle resultados prontos y no apoyar en sus avances hacia la paz al proceso con el ELN, puesto que sin el éxito de éste proceso de paz aún incipiente no se lograran los propósitos históricos referidos.
1 El presente artículo se apoya en un aparte de la ponencia y la Conferencia sobre los Procesos de Paz en Colombia, dictada por el autor el 29 de octubre de 2015.
2 En las poblaciones españolas de Stiges y Benidorm, en 1957, firmó por el Partido Conservador los acuerdos el expresidente Laureano Gómez y por el Partido Liberal Alberto Lleras Restrepo, quien sería el inmediato presidente.
Edición 478 – Semana del 15 al 21 de Enero de 2016
 

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