viernes, 8 de mayo de 2015

Columna del Espectador del 4 de mayo por: Luis Sandoval

EL ESPECTADOR - 4 MAYO 2015 - 10:49 PM
Sindéresis
Si la sociedad no se sostiene en que es preferible el diálogo político a la ofensiva militar de exterminio para terminar el conflicto armado interno, si gobierno e insurgencia no hacen lo que corresponde a cada uno para mantener la confianza y acrecentar el apoyo de la ciudadanía al proceso de paz, irremediablemente continuará el país padeciendo largos años de nefasta guerra autodestructiva.
Por: Luis I. Sandoval M
Aceptado que, a pesar de inocultables inconsistencias, la prolongada confrontación de las guerrillas con la institucionalidad es de naturaleza política, lo que enseguida hay que reconocer es la dinámica relacional de la política: la existencia de unos solo se explica por la existencia de otros, el mayor poder de unos por el menor poder de otros. El mundo político se hace de la presencia de múltiples identidades que se modelan unas a otras.
En democracia el poder determinante de la estructura, las decisiones y las autoridades fundamentales es propio del pueblo o sociedad. Si hay otros poderes que se sobreponen al poder fundamental o usurpan sus facultades, ese es un régimen político no democrático o limitadamente democrático. Las guerrillas y la institucionalidad son poderes que en algún momento tienen que subordinarse al querer de la sociedad, sociedad capaz de ejercer una direccionalidad incluyente, sin ello la paz es sencillamente irrealizable.
Si la sociedad en ejercicio efectivo de soberanía, como constituyente primario, se decide por la paz, ésta no puede frustrarse por resistentes que sean las partes enfrentadas. Con esta secuencia dialéctica elemental se comprende que está muy bien, se requiere, que guerrillas y gobierno dialoguen y acuerden el fin del conflicto armado, pero ello no ocurrirá por graciosa concesión de los guerreros a la sociedad sino porque ellos aceptan que hay una sociedad que abraza la paz, determina el curso histórico y crea una nueva situación.
Decir sociedad y pueblo es referirse a una pluralidad compleja. En realidad de lo que se trata con estos apelativos generales y abstractos es sugerir que en las actuales sociedades latinoamericanas, la colombiana incluida, es posible el surgimiento de un sujeto plural de transformación social como alternativa a regímenes dictatoriales, neoliberales, depredadores inmisericordes de la naturaleza e inmersos en la corrupción. Colombia no ha sido una dictadura militar como las del Cono Sur en los 70 y 80, pero ha sido una semidemocracia, democracia incompleta y deformada, porque en guerra no puede haber democracia cabal y sí múltiples formas de autoritarismo y aún, lo muestra la experiencia, expresiones y prácticas rayanas en el fascismo.
Hoy guerrilla y gobierno están en la mesa de conversaciones para terminar el conflicto armado interno. Ellos son primeros en la escena, pero en el fondo, por lo dicho, el factor definitorio es la sociedad o sujeto plural constituido en movimiento social de paz. Es un momento de autoproducción de la sociedad en cuanto la conflictividad social abandona las formas de confrontación bélica y asume las del juego democrático en profundidad que, además de elecciones abiertas, con garantías, da cabida a la movilización y protesta social realmente incidentes.
Si la paz es catalizador de aspiraciones de cambio, si la paz es proyecto de país, el movimiento social o sociopolítico de paz puede ser opción de gobierno del país. Así se necesita que sea. Hoy eso es posible para un movimiento que además de salir a la calle también delibere, opine, mandate y vote. Ese movimiento tiene ya todas las potencialidades para que despunte luminosa la paz positiva con justicia social y democracia real. No se trata solo de empujar el carro de la paz sino de acceder al timón y conducirlo.  @luisisandoval

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