Luis I. Sandoval M.
Lo ocurrido en las calles de las principales ciudades
de Colombia el pasado 9 de abril es señal clara de que las clases subalternas
del país están comenzando la gran marcha hacia su integración y hacia el poder.
La paz por la cual se lucha no va a moldearse en la Urbanidad de Carreño, la
historia que viene tras los acuerdos para terminar el conflicto armado es la de
una inmensa, multicolor, multipropósito, multiforme movilización de los de
abajo para disputar a los de arriba riqueza y poder.
La marcha del jueves, la que mantienen indígenas en el
Cauca hace meses, las que ocurrieron en 2013 – las mayores de los últimos 38
años (Cinep) – las que vendrán, pueden asimilarse a las que realizó el
movimiento negro de los Estados Unidos por libertades civiles con el liderazgo
de Martin Luther King, las que protagonizó Solidaridad en Polonia con el
Liderazgo de Walesa, las que adelantó el movimiento sindical brasilero con el
liderazgo de Lula da Silva, o las que desarrolló el movimiento indígena en
Bolivia con el Liderazgo de Evo Morales.
Establezco estas referencias para denotar que la
multitud en la calle es un fenómeno de alcance político, no un simple desfile
para lograr una foto en la primera página de los periódicos. En este caso ese
carácter aparece mucho más claro por cuanto se trata de terminar una guerra
autodestructiva que tenía punto de partida pero no punto de llegada. Los
jóvenes rebeldes lo dicen bellamente: “le declaramos la paz a la guerra”.
No hay que asustarse, pero sí prepararse para lo que
viene. Los cambios se harán echando mano de todos los recursos del juego
democrático. El grandioso movimiento que está despuntando asume la paz como
proyecto de país: paz con más libertad, más riqueza, más justicia, más
democracia, más dignidad. Colombia en
medio de la guerra no ha dejado de ser una democracia, pero democracia estrecha
y maltrecha, en realidad una caricatura de democracia, porque no es lo mismo la
democracia en guerra que la democracia en paz.
Esta marcha fue una construcción política entre el
liderazgo de Gustavo Petro, el dirigente con mayor capacidad de innovación política
en el país según calificados analistas, y las plataformas ciudadanas de acción
por la paz que son verdaderos movimientos sociopolíticos, es decir, embriones
de poder nuevo que no se vierten en los viejos odres de las formas partidarias
porque éstas no dan la medida de la imaginación, la audacia y la capacidad que
requiere la transición.
El país ya las distingue y en los días que vienen oirá
hablar más de ellas porque están en plan de construir una gran convergencia
para afrontar la tarea de construcción de paz. Frente Amplio por la Paz, Clamor
Social por la Paz y Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular articuladas, no
solo yuxtapuestas, estarán al frente de la gran marcha histórica del pueblo
colombiano.
Este movimiento tiene de por sí un carácter
constituyente porque a través de él se está constituyendo el sujeto plural que
aglutina y da sentido a todas las resistencias a la guerra, a la economía
depredadora de pueblos y naturaleza, y a la política deformada y corrupta
instalada por todas partes. Ese sujeto, portador de un proyecto de país, segunda
independencia, república social, propondrá en algún momento un nuevo pacto
fundante. Entonces, quizá siendo gobierno, estará seguro de su hegemonía
política y cultural y podrá realizar victoriosamente una nueva constituyente. Colombia
está entrando como América Latina, como los países Árabes, como Europa, en la democracias
de masas hacia un nuevo orden.
@luisisandoval
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